Alexander Calder es bien conocido por sus esculturas móviles.
Su obra es indicativa de un espíritu abierto, amplio.
Al final de su vida Calder tenía el pelo completamente blanco, llevaba siempre una camisa roja y cuando reía, podría parecer un Papá Noel surrealista.
Le fascinaba el circo.
Un buen día comenzó a confeccionar con los materiales que usaba habitualmente (trapo, madera, alambre, gomas...), una pista de circo sobre la que fue añadiendo los personajes que conforman una compañía circense completa.
El mismo Calder daba vida a todos y cada uno de los personajes (trapecistas, domadores, payasos, lanzadores de cuchillo…), y les ponía voz; mientras su esposa pinchaba en un tocadiscos las típicas melodías circenses, animando el espectáculo.
Eva, me gusta mucho, no conocía esta faceta de Calder