Fátima miranda, nacida en Salamanca, se traslada a Madrid donde comienza sus estudios de Historia del Arte, que finalizó especializándose en Arte Contemporáneo.
Fue esta inclinación la que la llevó a interesarse por una escena en la cual las artes visuales ya se habían separado de la rigidez pictórica y se dirigían hacia un territorio en el que cabía de todo.
Uno de los gurús de esas nuevas prácticas artísticas era el músico John Cage.
Conoce a Llorenç Barber, con quien fundó el Taller de Música Mundana, al tiempo que ejercía labores de agitación como directora de la Fonoteca de la Universidad Complutense de Madrid (1982-1988).
En el Taller, donde entró sin mayor experiencia musical, empezó su entrenamiento del oído, así como sus estudios de saxofón alto y percusión, pronto descubrió el potencial de su voz y se lanzó a investigar y desarrollar formas de expresión propias para ese «instrumento».
Además de sus estudios y su papel en el seno de la música tradicional, su idea del arte la ha impulsado a hacer un uso de su voz que va más allá de la canción y la palabra, convirtiendo todo su cuerpo en un instrumento y su voz en el centro de una representación más vasta en la que puede unirse la dramaturgia inmediata con la utilización de nuevos medios: efectos especiales, vídeo, ordenadores, etc.
Su técnica vocal actual, bien urdida y catalogada, surge, naturalmente, de su propio esfuerzo, pero también del poso que han dejado influencias que van desde la muy ilustrada Cathy Berberian hasta las voces únicas de los mongoles o los chamanes de Tuva.