"La obra de Carl Andre Equivalent VIII, consistente en 120 ladrillos refractarios sin modificación, agrupados en un rectángulo, es el hilo conductor de esta obra: ¿cómo puede siquiera barajarse la posibilidad de que tal cosa, que nos es presentada como una obra de arte, sea una obra de arte?
Si empezamos a fijarnos en ella, nos damos cuenta de que nuestras respuestas nos suelen llevar a más confusión que claridad. Con este trasfondo, Ground examina el concepto de “lo estético”, ampliando su campo a toda la vida cotidiana, para centrarse luego en su relación con la obra de arte, que concibe como “artefactos que han sido deliberadamente hechos por alguien para provocar o captar el interés estético de sus semejantes”
Ahora bien, lo estético de la naturaleza no es arte, como tampoco lo es todo artefacto hecho con el fin de provocar interés estético. Al considerar un objeto como una obra de arte respondemos a la apariencia del objeto como algo significado por alguien . Por eso, para ver algo como arte, tenemos que tener la noción de arte como un concepto regulativo de principio, no como una conclusión que se extrae al final de un proceso. Las obras de arte, a diferencia de otros objetos, no sólo son estéticamente interesantes, sino también, estéticamente inteligibles.
Ground examina también el papel del artista, concretamente sus intenciones, en la constitución de la obra de arte. Para salvar el carácter estético de la obra de arte (dependiente de su apariencia), Ground amplía la consideración del valor estético al origen de la obra. Pero la centralidad de la apariencia en el arte queda realzada por el hecho de que lo relevante para su comprensión tiene que cuadrar con ella. Haciendo uso de un lenguaje wittgensteiniano, Ground sostiene que nuestro concepto de arte está condicionado en buena medida social y culturalmente, y la experiencia del objeto artístico puede ser descrita en términos en los que resuena Dewey. Además, el autor estudia la relación de la obra con la tradición, insistiendo constantemente en la diferencia existente entre el objeto artístico y el objeto natural, por más que podamos, desde una estética restrictiva, aludir a ambos de modo semejante. La obra termina relacionando el conocimiento de las obras de arte con el conocimiento de las personas, insistiendo en la idea de que las obras de arte se diferencian de otros objetos estéticos precisamente en que su interés esencial consiste en que han sido deliberadamente hechos para provocar interés estético, de manera que su apariencia relevante es la “apariencia intencionada”.
Por eso, el arte “no es una etiqueta que pegamos en el objeto cuando nuestro interés por él ha finalizado. Es una regla para la regulación de nuestro interés por el objeto”.
Además de ser estéticamente interesantes, las obras de arte son artefactos estéticamente inteligibles, y eso es lo que las vuelve a análogas a las personas. Una visión muy clara y fresca, sin aspavientos ni dramatismos, de lo que es arte hoy."
Sixto J. Castro
En una entrevista con Jeanne Siegel, Carl Andre manifestaba, casi a modo de ideario, su postura:
"Estoy sujeto a la política desde que estoy vivo, treinta y cinco años, empezando con el New Deal, pasando por la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, Korea, todo esto. Así, me ha influido y por eso, desde que hago mi arte, mi arte debe reflejar mi experiencia política. No me sería posible separarlos, quiero decir, el arte por el arte es algo ridículo. El arte surge por las necesidades de cada uno, y no creo que nadie tenga una necesidad artística específica; más bien, el arte es una intersección de muchas necesidades humanas. Mi arte no necesariamente reflejará la política de una forma consciente, sino mi política vital, de una forma no analítica. La materia en su condición de materia, y no la materia en su condición de símbolo, es una postura política consciente, esencialmente marxista."
Aunque Andre es más conocido por sus esculturas realizadas con metales, ubicadas sobre el suelo y colocadas en configuraciones simétricas; un elemento rico y significativo de la práctica de Carl Andre son sus poemas, en gran medida invisibles y no publicados; lenguaje y poesía han sido aspectos fundamentales de su investigación.
John Chamberlain, escultor coetáneo, que antecede en una década al minimalismo sin crear ningún tipo de precedente en tipos como Judd o Andre, también desarrolló una investigación similar con el lenguaje y ciertamente desconocida en su biografía que le llevó inevitablemente, junto al pintor Jackson Pollock, hacia otros derroteros.
Los poemas de Andre han funcionado como introducción de su trabajo escultórico en catálogos, y aparecen junto a sus obras en exposiciones; se publican en ediciones estrictamente limitadas, apareciendo en los escritos académicos sobre el artista, que ha sido repetidamente citado en relación con el desarrollo de la poesía de vanguardia.
Sus poemas han sido referencia para multitud de poetas, artistas, teóricos, músicos, lingüistas, psicólogos y cibernéticos...
Los experimentos de Andre con la palabra y el texto merecen una cuidadosa atención, no sólo porque ilustran su obra en tres dimensiones, sino porque proporcionan una visión fascinante de su sensibilidad artística.
No veo frivolidad alguna. Considero que valorar una obra sólo por el real o aparente esfuerzo en ejecutarla responde a criterios extrínsecos de la obra artística.