La panda de patanes, cómplices y miserables que orquestaron la demolición de la casa Guzmán, para construir posteriormente otra "que quita el sentío", quizás nos hayan enseñado a bofetadas, que si se tiene claro un propósito, nada  impide llevarlo a buen puerto ( y lo digo en un ataque de positivismo cínico porque no me queda otra...)

Sin embargo me interesa mucho más poder entender por qué las personas que gozamos de cierta sensibilidad y respeto hacia la arquitectura moderna permanecemos de brazos cruzados y no somos capaces de tener la valentía necesaria para evolucionar sin prejuicios.

La arquitectura moderna es frágil y su pronóstico de vida corto.

Por otro lado ( y así ha quedado patente en muchos cascos antiguos), conservamos toda arquitectura edificada en ellos como si el tiempo se hubiera congelado y los años fueran el criterio más lógico y acertado para preservar un inmueble.

Y no nos equivoquemos... las obras mal compuestas y con deficiencias espaciales y constructivas, con los años, son igual de repulsivas o más, y encima, anticuadas, rancias y sumamente incómodas.

Tal vez, tengamos que empezar a replantear criterios de conservación sin prejuicios y valientes. Los intentos por conservar algunas joyas del movimiento moderno han sido un fiasco y el resultado patético.

No me parece lícito prohibirle a una persona demoler su propiedad privada si hay detrás una necesidad respaldada con un criterio lógico y razonable ( y no solo tiene que ver con un tema estético; puede ocurrir, que lo que en su día se proyectó a medida con la precisión de un guante, no lo sea, en un futuro ); cualquiera, en estas circunstancias, debiera tener pleno derecho para derribar su inmueble aunque se trate de una pieza maestra de la arquitectura...

Llegados a este punto, previo a la demolición, es donde deberíamos poner en marcha mecanismos eficaces que nos permitan salvaguardar dignamente el patrimonio cultural o al menos su memoria, logrando que el conicimiento de estas obras no se desvanezca en el tiempo y su valía ilustre a las generaciones presentes y venideras.

Debería exigirse, como mínimo, antes de proceder a la demolición, realizar un análisis profundo del proyecto acompañado de un reportaje fotográfico serio y profesional para archivar las obras y documentarlas.

Los criterios de nueva construcción debieran de ser muy exigentes, tanto en calidad constructiva como espacial. Carece de sentido común demoler una obra valiosa para reemplazarla por un bodrio o especular con ella; pero sí lo tiene, si aquello por lo que se sustituye supone una evolución lógica o una mejora.

"La propiedad privada es sagrada".

No siempre: si cuando dicho bien que uno custodia, por circunstancias, ha pasado a tener un inmenso valor cultural que debiera disfrutar y compartir toda la sociedad, tendríamos que ser personas cautas y generosas con el trato y el modo en el  que actuamos sobre ellos, sin perder nunca de vista nuestro derecho a la intimidad y a obrar libremente con nuestra propiedad.

La demolición de cualquier inmueble es un final mucho más digno que una operación de maquillaje o una rehabilitación rancia.

En manos de toda la sociedad está el compromiso de contribuir en la EDUCACIÓN para que seamos capaces de tomar decisiones complejas que equilibren con generosidad y respeto intereses propios y generales.

Y por extensión, no sólo hemos de referirnos al tema de la conservación de patrimonio...

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